jueves, 24 de septiembre de 2009

Partido Mundial 2006: Francia-Brasil

Los mosqueteros acabaron con el carnaval

Revolución francesa


Fabricio Torres del Aguila

Enviado especial


FRANCFORT. De pie, aplaudo de pie. Me he unido a la masa que quiere hacer justicia más allá de los colores. Estamos todos juntos, franceses, brasileños y nosotros, que no somos de ninguno pero que nos gusta el buen fútbol. Ese que Zidane sigue regalando con tantísima clase que uno se olvida de que existe un tipo que se llama Ronaldinho y que hacía malabares con la pelota pero que a Alemania, al parecer, vino lesionado o golpeado, porque nunca apareció. En cambio, 'Zizou' sí que es un gigante: le ganó al cansancio que lo había acompañado el año último en el Madrid y se metió en la cabeza que se debía regalar una despedida acorde a su grandeza.

La felicidad, tan escasa en estas horas, pasa por seguir viendo con vida a Zidane. Hace un año, cuando Francia estaba moribunda y la clasificación a esta Copa dependía del regreso de los históricos, lo buscaron. íZizouí anunció la vuelta a los 'Bleus' y convenció a Thuram y Makelele para que también regresasen. Una vez consumado el boleto a tierras germanas, retó a todos a que se regalen una última alegría luego del título en el 98 y de la Euro 2000.

Claro, los mosqueteros tienen, además, a Thierry Henry, quien eriza la piel a muchos solo por no celebrar los goles. Nadie sabe cómo hizo para aparecer solo, sin marca alguna, en el área chica de Dida para el 1-0.

Ahora Francia va por Portugal y está, como hace ocho años, en su mejor momento. Debo confesar que dilapidé a Ribery antes de tiempo. Contra Togo no anduvo bien, pero ante España y ayer ante el ípentaí brasileño, el sucesor de 'Zizou' -como algunos medios lo han bautizado- demostró que integra merecidamente el mediocampo más compacto del Mundial. Por si fuera poco, el nivel de Vieira, Thuram y Gallas es altísimo.

A casa, 'penta'

Por algo Parreira prefería jugar con España en cuartos. Seguro intuía que Francia no se achicaría ante lo que irradia la 'canarinha' y diseñó una estrategia pensando más en el rival que en el poderío propio. De lo contrario, no se explica que haya saltado al campo con cinco volantes, traicionando el ícuadrado mágicoí con el que estaba seguro de conseguir el 'hexa'. Poner a Juninho y dejar en el banco a Adriano era una señal de respeto hacia el rival.

En la Copa Brasil se había comportado con practicidad, dosificando energías, sumando y dejando en claro que el 'jogo bonito' se ve solo en los comerciales. Uno pensaba, ilusamente, que a la hora de la verdad aparecerían las individualidades.

Brasil se marcha a casa con todos los boletos de favoritos echados al tacho por el gélido Thierry Henry. La pena por este abrupto final del carnaval ha sido borrada por la fiesta a la que Zidane nos invita cada vez que juega. Y como aún estamos en edad de darnos algunas alegrías, entonces que 'Zizou' ponga la música, que nosotros acompañaremos con palmas la melodía.